Siempre he dicho que tengo la suerte de tener dos familias, una de ellas tiene dos piernas y mis perras Fabiola y Rania, mi gata Margarita, mis yeguas Solfa, Alejandría y su potro Aldair forman parte de mi segunda familia, la de cuatro patas. Tanto unos como otros son igual de importantes en mi vida, con unos me comunico de una manera, con los demás de otra, pero lo que siento por una de mis familias se corresponde con lo que siento y sufro por la otra.
Mientras escribo estas líneas no puedo evitar acordarme de Wania o de Pipo, los dos murieron de viejos y con ambos, aunque estuvieron poco tiempo conmigo, mantuve una relación muy especial, ambos eran muy mayores y siempre fueron muy agradecidos, siempre buscaban compañía y dejaron un hueco difícil de llenar en mi vida.
Hoy descubro en EL PAÍS un artículo muy interesante sobre el aumento en los sacrificios de caballos en los mataderos españoles, hay tantos que la mayoría tienen lista de espera.
"Cuando éramos reyes" tener un caballo te daba cierto prestigio social, muchos los tenían por aparentar, pero ahora que hemos vuelto a ser plebeyos esos animales se han convertido en un estorbo y en un gasto.
Para los que quieran saber algo más aquí dejo el enlace del artículo:
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