A finales del mes pasado, con la carta de despido en las manos, con el trabajo terminado y con muchas horas en las que ocupar el tiempo encontré un artículo muy interesante en lainformacion.com. En esta ocasión se ocupaban de los trabajos que se están realizando en la lucha contra el VIH-sida en el Reino de Lesoto con la ayuda del caballo Basuto, una raza de poni que sin ser autóctona es la más utilizada en ese país.
En la nueva era tecnológica hay lugares en los que sin la ayuda de nuestros amigos equinos no se podría luchar contra una de las enfermedades más crueles que han existido hasta la fecha, vivimos en el año 2012 y todavía hay muchas personas que le deben la vida a un pequeño caballo.
En el reino de montaña de Lesoto, donde una de cada cuatro personas es seropositiva, los caballos están desempeñando un papel clave en la lucha contra la propagación del virus del VIH y del sida.
Con el 80 por ciento del país africano a más de 1.600 metros de altitud y pocas carreteras asfaltadas, los caballos son un medio de transporte vital. Llevan suministros médicos, medicamentos antirretrovirales, kits de embarazo y resultados de análisis a clínicas remotas en zonas inaccesibles en coche.
“En determinadas zonas de la montaña, como Mokhotlong, Qacha's Nek y Thaba-tseka, la gente está aislada del resto del mundo entre cuatro y cinco meses al año”, explica el doctor Leo Buhendwa, delegado nacional de la Fundación Elizabeth Glaser de Sida Pediátrico. “Intentamos encontrar el modo de poder llegar a todo el mundo, durante todo el año, y nos dimos cuenta de que la mayoría de la gente usa caballos. Los caballos son el método mas fiable de transporte por aquí”.
El programa 'Cabalgar por la Salud' comenzó hace cuatro años como una acción coordinada entre la Fundación Glaser, el Ministerio de Salud de Lesoto y las comunidades locales de la provincia montañosa de Mokhotlong.
Con una tasa de infección de VIH del 23,6 por ciento (la tercera mayor del mundo), Lesoto se esfuerza en ofrecer cuidados médicos esenciales a sus habitantes en áreas remotas, y los caballos juegan un papel fundamental en la estrategia.
Las medicinas transportadas a caballo ayudarán al gobierno a alcanzar su nuevo objetivo de dar el 100 por cien de cobertura en servicios pediátricos de VIH y en la prevención de la transmisión del virus de madre a hijo, una de las maneras más efectivas de frenar la expansión de la enfermedad.
El programa emplea a cuatro jinetes en la provincia de Mokhotlong, uno por cada clínica a la que no se puede llegar en coche.
Cuando los trabajadores sanitarios llegaron por primera vez a la aldea donde vive Potso Seoetoe pidiendo voluntarios para el programa, nadie se mostró dispuesto a ayudar. Pero Seoetoe, un campesino que cultiva maíz, alubias y trigo y cuyo hermano menor, Mohlouoa, murió de sida, no dudó en ofrecerse voluntario.
“Nadie quería hacerlo porque no querían que se les asociase con el VIH-sida”, dice, sentado sobre una piedra cerca de su casa. “Pero la gente estaba enferma y muriéndose, y nadie estaba haciendo nada. Yo quería hacer algo para ayudar a la gente a recuperarse”.
Una vez a la semana, y ocasionalmente cuando está de guardia, Seoetoe se levanta al alba, ensilla a Kroi-Kart, su fiel caballo rojo, y desafía al impredecible y a veces volátil clima de la región para adentrarse en las montañas.
Primero se dirige a la cercana clínica de la Cruz Roja en Mapholaneng, donde le dan una bolsa médica isotérmica, medicamentos antirretrovirales, kits de madre-hijo y otros suministros adicionales. Desde allí hay unas tres horas y media a caballo hasta la clínica de Modikadi, en el centro de las tierras altas, y a unos 2.740 metros sobre el nivel del mar.
“La parte más dura es el clima”, admite Seoetoe. “Con las lluvias del verano, los ríos se llenan y los caballos no los quieren cruzar. Durante el invierno, cuando está nevado y hace frío, me cuesta dejar a mi familia en casa calentita y hacer el viaje”.
Los transportes vitales de Seoetoe sirven para atender a familias que viven a muchos kilómetros de distancia de la clínica, lo que significa que nunca ve realmente a la gente a la que ayuda. Como Lesoto tiene una tasa de desempleo de entre el 24 y el 45 por ciento, el programa también sirve para que los jinetes-correo ganen algún dinero necesario para su economía familiar.
El uso de los caballos ha resultado más exitoso de lo que Buhendwa se había imaginado, ayudando a extender los servicios médicos a 30.000 personas más en la montañosa provincia de Mokhotlong. A menudo resulta difícil juzgar el tamaño exacto de la población al que atiende una clínica. Muchas personas tienen que caminar kilómetros para llegar hasta ellas.
Creado inicialmente como un programa sólo para el invierno, los caballos ahora hacen transportes durante todo el año. En 2012 la iniciativa se extenderá a los distritos de Qacha's Nek y Thaba-tseka. La figura de estos correos a caballo también ha ayudado a combatir el estigma del sida dentro de las comunidades.
“Solía haber más prejuicios sobre el VIH-sida, pero ahora estamos viendo que comienzan a llegar mujeres embarazadas que piden de forma voluntaria hacerse una prueba y también acuden muy dispuestas a las charlas de apoyo”, afirma Msetima Nkere, que trabaja en la clínica de Mapholaneng.
Según ella, la participación de vecinos como Potso SeoetoePotso dio un paso adelante, el estigma del sida en esta zona ya no es un problema”.